Miles Runs the Voodoo...Jazz! Texto aparecido en El Universal el 20 de Mayo de 2006
Miles Runs the Voodoo…Jazz!
Miles Davis (1926-2006)
Por Oscar Adad
Recuerdo claramente como llegó a mis manos ese álbum. Eran mis primeros días universitarios cuando un amigo llegó con un disco doble empacado en las ya conocidas y estorbosas cajas de plástico. Se me acercó y me dijo sutilmente “he conseguido el Bitches Brew de Miles Davis”. Sinceramente no sabía qué responderle así que sólo atiné a decir que me lo prestara y se lo devolvería después.
Ya instalado en casa, abrí el álbum, lo inserté en el reproductor y fue cuando todo inició. De las bocinas comenzaron a brotar sonidos que no tenían nada que ver con mi pequeña perspectiva del jazz y de la música en general de aquél entonces. Guitarras distorsionadas, el pedal wah wah en la trompeta y ácidas improvisaciones colectivas se iban adueñando del espacio con tal malicia que hicieron que apagara el aparato reproductor. Sí, Miles Davis había asestado el primer gran golpe a mi manera de escuchar.
Pasó algún tiempo y volví a intentar con Bitches Brew, quería saber qué era lo que me causaba tanta inquietud de aquella música y para ello me di a la tarea de escuchar más discos de Miles Davis. En parte no debí de haberlo hecho, cada disco en sí era distinto. Algunos eran trabajos de jazz, algunos más jugaban con el rock, con el pop y ¡con el hip hop! Aquella sonrisa maliciosa aparecía siempre en su música como si en cada sesión de escucha Miles me mirara burlonamente sabiendo que mis esfuerzos por tratar de entenderlo serían en vano.
Al final me di cuenta que lo que realmente llamaba mi atención era esa sensación de “inseguridad”. Ese andar por caminos nunca antes escuchados y experimentados eran justamente los motivos que me hacían acercarme a Miles con mayor avidez y, que a pesar de la inquietud, el trompetista sabía llevarme al final de cada álbum a un lugar seguro.
Miles se volvió una parte fundamental en mi vida, sus arriesgados cambios de estilo sin temor a lo que dijera la crítica, que en varias ocasiones lo destrozó por su osadía de cambiar el rumbo de la música en más de una ocasión, eran para mí un motor creativo en las diferentes situaciones que se me presentaban.
De igual modo, su carácter arrogante que muchos criticaban (llegaba al punto de tocar de espaldas al público) a mí me parecía algo increíble. Miles era un hombre de contradicciones, un afroamericano en un país que hace del racismo un deporte nacional y que no soporta ver a un “hombre de color” manejando un Ferrari o llenando los más importantes foros del planeta gracias a su música, es decir, gracias a su trabajo.
La música y la vida de Miles transformaron radicalmente mi vida y sentí la necesidad de redituárselo de alguna forma. Me encontraba grabando el demo de lo que se convertiría en un programa radiofónico. No sabía que nombre otorgarle pero de lo que estaba totalmente seguro es que sería dedicado al viejo Miles. En eso, volteo la mirada y en la mesa se encontraba el álbum Bitches Brew. Sí, el disco que me había dado mi primer gancho al hígado y que ahora era uno de mis preferidos me tendía la mano. Al ver casualmente el nombre de las canciones ahí estaba…”Miles Runs the Voodoo Down”…Miles Runs the “Voodoo…Jazz”! ¡Lo tenía! Lo demás es historia. ¡Gracias Miles!
A 80 años de su nacimiento la Universidad Iberoamericana le rinde un tributo en vivo en colaboración con la Academia de Música Fermatta el próximo jueves 25 de mayo en el aula Crescencio Ballesteros.
Miles Davis (1926-2006)
Por Oscar Adad
Recuerdo claramente como llegó a mis manos ese álbum. Eran mis primeros días universitarios cuando un amigo llegó con un disco doble empacado en las ya conocidas y estorbosas cajas de plástico. Se me acercó y me dijo sutilmente “he conseguido el Bitches Brew de Miles Davis”. Sinceramente no sabía qué responderle así que sólo atiné a decir que me lo prestara y se lo devolvería después.
Ya instalado en casa, abrí el álbum, lo inserté en el reproductor y fue cuando todo inició. De las bocinas comenzaron a brotar sonidos que no tenían nada que ver con mi pequeña perspectiva del jazz y de la música en general de aquél entonces. Guitarras distorsionadas, el pedal wah wah en la trompeta y ácidas improvisaciones colectivas se iban adueñando del espacio con tal malicia que hicieron que apagara el aparato reproductor. Sí, Miles Davis había asestado el primer gran golpe a mi manera de escuchar.
Pasó algún tiempo y volví a intentar con Bitches Brew, quería saber qué era lo que me causaba tanta inquietud de aquella música y para ello me di a la tarea de escuchar más discos de Miles Davis. En parte no debí de haberlo hecho, cada disco en sí era distinto. Algunos eran trabajos de jazz, algunos más jugaban con el rock, con el pop y ¡con el hip hop! Aquella sonrisa maliciosa aparecía siempre en su música como si en cada sesión de escucha Miles me mirara burlonamente sabiendo que mis esfuerzos por tratar de entenderlo serían en vano.
Al final me di cuenta que lo que realmente llamaba mi atención era esa sensación de “inseguridad”. Ese andar por caminos nunca antes escuchados y experimentados eran justamente los motivos que me hacían acercarme a Miles con mayor avidez y, que a pesar de la inquietud, el trompetista sabía llevarme al final de cada álbum a un lugar seguro.
Miles se volvió una parte fundamental en mi vida, sus arriesgados cambios de estilo sin temor a lo que dijera la crítica, que en varias ocasiones lo destrozó por su osadía de cambiar el rumbo de la música en más de una ocasión, eran para mí un motor creativo en las diferentes situaciones que se me presentaban.
De igual modo, su carácter arrogante que muchos criticaban (llegaba al punto de tocar de espaldas al público) a mí me parecía algo increíble. Miles era un hombre de contradicciones, un afroamericano en un país que hace del racismo un deporte nacional y que no soporta ver a un “hombre de color” manejando un Ferrari o llenando los más importantes foros del planeta gracias a su música, es decir, gracias a su trabajo.
La música y la vida de Miles transformaron radicalmente mi vida y sentí la necesidad de redituárselo de alguna forma. Me encontraba grabando el demo de lo que se convertiría en un programa radiofónico. No sabía que nombre otorgarle pero de lo que estaba totalmente seguro es que sería dedicado al viejo Miles. En eso, volteo la mirada y en la mesa se encontraba el álbum Bitches Brew. Sí, el disco que me había dado mi primer gancho al hígado y que ahora era uno de mis preferidos me tendía la mano. Al ver casualmente el nombre de las canciones ahí estaba…”Miles Runs the Voodoo Down”…Miles Runs the “Voodoo…Jazz”! ¡Lo tenía! Lo demás es historia. ¡Gracias Miles!
A 80 años de su nacimiento la Universidad Iberoamericana le rinde un tributo en vivo en colaboración con la Academia de Música Fermatta el próximo jueves 25 de mayo en el aula Crescencio Ballesteros.
Miles fue un genio y no necesitó haber sido el más virtuoso para revolucíonar cada década por la que pasó. Miles fue mucho más que un músico de jazz, fue un músico por sobre todas las clasificaciones.
Posted by Joaquín Llorca | 3:55 PM
Así es mi estimado, de hecho más que músico Miles Davis fue un verdadero artista.
Saludos y NOISE!
O.
Posted by VoodooJazz | 12:09 AM